Los matorrales y roquedos

Una buena parte del territorio, antaño destinado a pasto u ocupado por bosques, está en la actualidad cubierto por matorrales que tapizan amplias zonas, con diferentes especies en función del tipo de suelo. En primavera, los tojales y piornales se tiñen de un vibrante amarillo, mientras que los brezales hacen estallar en púrpura el paisaje.

En las zonas altas de la Cordillera crecen además matorrales que no dependen de la intervención humana sobre los bosques, sino que son el tipo de vegetación que se puede desarrollar debido a las condiciones del clima. En estos terrenos, por encima del nivel de los bosques, crece uno de los matorrales de mayor interés para el oso: el arándano. Cuando sus frutos maduran a finales del verano, los osos acuden a ellos a aprovecharse de sus apreciadas bayas negro-azuladas.

En primavera los brotes tiernos de plantas herbáceas son también el principal alimento de los osos, que pastan en pastizales altos, en calveros de matorrales o, incluso, con una sorprendente agilidad, en canales de los roquedos. Los brotes son más fáciles de digerir que otras partes de las plantas, pero tienen poco poder nutritivo, por lo que los osos han de pasar gran parte del tiempo alimentándose.

El arándano, que también se da en el interior de bosques, es además uno de los recursos esenciales para la supervivencia del urogallo cantábrico. Esta ave, al parecer, se alimenta de sus brotes y bayas e incluso sus pollos dependen de la proteína que le suministran ciertos insectos, que viven en las arandaneras.

Las altas cumbres de estas tierras nos ofrecen paisajes glaciares con lagos naturales y son, además, el dominio del herbívoro más ágil de la Cordillera, el rebeco, capaz de aprovechar hasta la última brizna que crece entre las grietas de las rocas.

Por encima de los bosques, en las inhóspitas zonas altas, crecen pastos y pequeños matorrales que se alternan con roquedos, en los que el oso encuentra refugio y donde, con frecuencia, ubica sus oseras.

En la Cordillera la mayoría de las oseras se hacen aprovechando los enclaves más abruptos e inaccesibles en los que encuentran una mayor protección y tranquilidad, aunque en ocasiones puedan estar a poca distancia de asentamientos o actividades humanas.

Los indómitos roquedos de las cumbres Cantábricas son el reino de las grandes rapaces, como el águila real o el alimoche, depredadores y carroñeros voladores que supervisan estas áreas en busca de alimento.